Buceo libre: historia, antecedentes y pioneros
Índice
Orígenes del buceo libre: la Prehistoria
De la antigüedad hasta nuestros días
Buceadoras Ama y Haenyeo en Asia
La leyenda del pescador de esponjas griego
¿Por qué alguien llevaría su cuerpo al límite bajo el agua?, ¿a qué demente se le ocurrió? Hoy el buceo libre o apnea es un deporte de récords y competencias pero, ¡no siempre fue así! Estamos hablando de una actividad antigüísima, que se practicaba desde el neolítico. Es decir, cuando la humanidad apenas inventaba la rueda y descubría las bondades de la agricultura. En este artículo podrás darte un chapuzón en la historia del buceo libre, incluyendo sus antecedentes y pioneros. ¡Que comience el viaje!
Orígenes del buceo libre: la Prehistoria
El hambre y la necesidad pueden derivar en las más grandes hazañas. Así fue el caso de los primeros humanos que practicaron el buceo libre –entre los años 8000 y 5000 a. de C.– donde el objetivo principal era llenar sus barrigas. Existen fósiles de almejas en las costas del mar Báltico, en terrenos donde ya no llegaba el agua. Lo anterior indica que estos humanos se sumergían en el mar a buscarlas y darse un buen festín.
Otras evidencias son las de la cultura Chinchorro, que habitó en lo que hoy actualmente es Chile y Perú, aproximadamente por el 6000 a. de C. Gracias a los estudios de sus momias, sabemos que su dieta estaba basada 90% en mariscos.
También se descubrió que desarrollaron “exostosis” en las orejas, una condición donde crecen tumores benignos hechos de hueso y cartílago. ¿Por qué pasó esto? Se presume que fue una respuesta evolutiva para proteger sus tímpanos, pues se sumergían seguido en agua fría. Hoy en día esta condición es común entre personas que practican surf, kayak y buceo.
La Edad Antigua
En la antigüedad, el buceo libre no se quedó atrás. Mesopotámicos, griegos, egipcios, minoicos y culturas asiáticas lo practicaron. Llegaron las poderosas civilizaciones de la Edad Antigua y el trueque comercial creció de forma exponencial. Los productos exóticos se hicieron especialmente codiciados, como las perlas y las esponjas.
Los pescadores se sumergían en las profundidades, muchas veces en condiciones de agua muy fría, para sacar mercancía y subsistir. En estas épocas aparecieron registros que mencionan al buceo libre como actividad cotidiana. Ejemplos son los escritos de Herótodo, Tucídides y Plutarco e incluso menciones en “La Ilíada” de Homero.
Los buscadores de perlas
En el golfo de Mannar, entre la India y Sri Lanka, el buceo libre también fue una práctica muy popular. La extracción de perlas era todo un ritual donde se aventuraban unos 20 buceadores por embarcación. Estos hombres se sumergían amarrados a cuerdas y con pesas descendían buscando las preciadas joyas naturales. Cuando terminaban su recolecta, hacían una señal con la cuerda y la gente sobre la embarcación tiraba para subirlos.
Las cotizadas esponjas
Los griegos usaban las esponjas de manera extendida e incluso Platón y Homero las mencionaron en sus escritos como artefactos para bañarse. Esta cultura tenía su propia técnica para conseguirlas utilizando la “skandalopetra”. Se trataba de una piedra de mármol o granito, con un peso aproximado de 15 kilos, con lo que podían bajar unos 30 metros.
El buceo libre en la guerra
El buceo libre no sólo floreció en favor del comercio, sino también de la guerra. Según los escritos de Tucídides, los apneístas fueron pieza clave en la Guerra del Peloponeso entre atenienses y espartanos (431 a. de C. – 404 a. de C.).
Estos súper hombres se sumergían con un objetivo principal: desmantelar las barreras submarinas que no permitían el paso de los barcos de guerra. Estos buceadores también llevaban mensajes a barcos aliados que no podían pasar.
Al parecer, esta táctica era el último grito de la moda por esas épocas, pues igualmente fue usada por Alejandro Magno y sus rivales persas en el famoso sitio de Tiro en el 332 a. de C.
De la antigüedad hasta nuestros días
Buceadoras Ama y Haenyeo en Asia
Otro antecedente particular es el de las legendarias buceadoras Ama de Japón y Haenyeo de Corea. En la antigüedad, el buceo era practicado exclusivamente por hombres. Las únicas excepciones eran cuando la esposa asistía a su marido en la pesca submarina.
Sin embargo, a partir del siglo XVII se tienen registros de que el buceo libre era una actividad principalmente practicada por mujeres, convirtiéndose en los principales soportes de la economía familiar.
Estas sirenas asiáticas bajaban varios metros bajo el agua en busca de moluscos, algas y mayormente perlas, a pulmón e igualmente amarradas a cuerdas.
Bajau: gitanos del mar
Los bajau son un grupo étnico nómada del sureste de Asia. Se les conoce popularmente como “gitanos del mar” y tienen una capacidad sobrehumana para aguantar la respiración bajo el agua. Un estudio por Melissa Ilardo –publicado en revista científica Cell– reveló el secreto de esta comunidad: el tamaño de sus bazos.
El bazo es un órgano que recicla las células rojas de la sangre y brinda apoyo al sistema inmunológico. Este órgano es particularmente grande en mamíferos acuáticos como las ballenas, nutrias y elefantes marinos. Una persona bajau tiene un bazo 50% mayor a los de otros grupos del sureste asiático. Pueden llegar hasta 60 metros en búsqueda de mariscos, aguantando el sorprendente tiempo de 13 minutos (¡Más que el actual récord mundial!).
Edad Contemporánea
La leyenda del pescador de esponjas griego
Se cuenta que, en 1913, el barco italiano de guerra Regina Margherita perdió su ancla en el fondo del mar. Se le pidió el mega favor de recuperarla a un pescador de esponjas griego.
Su nombre permanece en la duda, pues dependiendo de la versión se han usado estos nombres: Stotti Georghios, Stathis Hatzis, Haggi Statti, Stathis Chatzi…o como dirían las abuelitas, ¡tú, niño como te llames! Sea cual haya sido su nombre, la información de la que no hay duda es que este pescador padecía de enfisema pulmonar, tenía un tímpano reventado (por lo que era medio sordo) y era “chaparrito” pues medía aprox. 1.70 metros (bueno, esto a criterio de un alto europeo).
Así, este valiente griego se sumergió hasta alcanzar entre los 70 y 88 m. de profundidad en un tiempo entre tres y cuatro minutos (igualmente varía dependiendo de la versión). Se dice que bajó usando el arcaico método griego de la “skandalopetra”, como los antiguos griegos.
De esta manera, se cuenta que el pescador logró sacar el ancla y se le pagaron cinco libras esterlinas y se le concedió permiso de pescar utilizando dinamita de por vida. Después de tremenda hazaña para la época, ojalá haya estado feliz con el intercambio.
Buceo libre contemporáneo
El buceo libre, como lo conocemos actualmente, tiene muy poco de existir. Estamos hablando de que la historia que te contamos en los párrafos arriba se desarrolló sin visores, sin aletas, sin trajes de neopreno. Básicamente, ser buceador era una salvajada. Ok, quizás no tanto, pero al menos no era para cualquiera.
A la llegada del siglo XX, el panorama cambió por completo. En 1927 Jacques O’Marchal inventó el visor y once años después Maxime Forjot lo mejoró. Las aletas no se quedaron atrás, Louis de Corlieu las patentó como “propulsores para nadar” en 1933. Años después, en 1951, Hugh Bradner –quien era estudiante de física y aficionado al buceo– inventó los trajes de neopreno.
Los pioneros
Un parteaguas en el mundo del buceo libre fue el descenso del italiano Raimondo Bucher en 1949. Una apuesta, 30 metros y muchos testigos. Muchos creyeron que este capitán de la fuerza aérea moriría gracias a su necedad, aplastado por la presión del agua. No fue así. Raimondo logró descender los 30 metros, sin un rasguño y de hecho salió muy contentito. Este fue el primer récord oficial de apnea y abrió un portal que nunca más se cerraría.
En las siguientes dos décadas, el buceo libre ganó una popularidad sin precedentes. Bob Croft, Enzo Maiorca y Jacques Mayol fueron protagonistas indiscutibles de la escena. Los récords se volvieron muy mediáticos y la competencia entre apneístas comenzó en serio.
Incluso la película de Luc Besson “Le Grand Bleu” (traducida como “Azul Profundo”) se basó en la rivalidad existente entre Enzo Maiorca y Jacques Mayol. Las profundidades alcanzadas iban aumentando y una pregunta revoloteaba en todos los testigos “¿Hasta dónde es capaz de soportar el cuerpo humano?”.
En esas épocas, el manual de buceo de la Marina estadounidense indicaba que cualquier humano que descendiera más de 37 metros bajo el agua sufriría una compresión toráxica y moriría. No podían estar más equivocados. La comunidad científica hizo varios experimentos en estos pioneros, intentando explicar algo que al momento era simplemente increíble.
Enzo Maiorca (Italia)
En 1960 logró romper el récord mundial, con una profundidad de 45 metros. Durante 16 años se mantuvo rompiendo más y más marcas, hasta que se retiró en 1976. Tras la motivación de sus hijas Rossana y Patrizia (igualmente campeonas de apnea), hizo una re-aparición logrando una profundidad de 101 metros a la edad de 57 años. Falleció a los 85 años en su natal Siracusa, un 13 de noviembre de 2016.
Jacques Mayol (Francia)
Fue el primer hombre en descender más de 60 metros de profundidad en 1966 y 10 años después, logró los 100 metros de profundidad. Esto era inaudito para la época y le concedió el mote de “hombre delfín”. Jacques sufría una fuerte depresión, por lo que el 22 de diciembre de 2001 decidió quitarse la vida. Su cuerpo abandonó este mundo a los 74 años, pero sus hazañas nos acompañarán por siempre.
Bob Croft (EUA)
Robert Croft fue instructor de buceo en la marina americana. Por años, entrenó a soldados para escapar de submarinos en caso de emergencia, a puro pulmón. De esta manera se dio cuenta que tenía una capacidad extraordinaria para aguantar la respiración bajo el agua. Entusiasmado por colegas, logró descender 61 metros en 1967. Dos años después, consiguió romper dos marcas mundiales más: 66 metros y 73 metros de profundidad.
Ahí no murieron las aportaciones de Bob al mundo de la apnea, pues también funcionó como sujeto de estudio en investigaciones. Con él se logró comprobar que el reflejo de inmersión en mamíferos también opera en el ser humano. Esto derivó en estudios posteriores de fisiología humana que continúan hasta nuestros días.
Entre sus aportaciones también resalta una técnica llamada “embalaje de pulmón” (lung packing), donde se incrementa el volumen más allá de su capacidad total, usando la lengua para bombear más aire. Esta técnica es muy popular actualmente. A sus 85 años, Bob es conferencista y en ocasiones ha participado como jurado en competencias de apnea.
¿Cuál será el límite?
Como puedes notar, el buceo libre tuvo una evolución muy veloz en las últimas décadas. El desarrollo del equipo especializado, la tecnología y las técnicas se van afinando, dando pie a profundidades y distancias cada vez mayores. ¿Hasta dónde podrá llegar el ser humano? ¿Cuál será el límite?
Aquí te compartimos un link con los impresionantes récords mundiales de apnea en sus distintas modalidades ¡te quedarás boquiabierto! Si quieres conocer más sobre este apasionante deporte, te recomendamos este artículo.
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