Fotos escalando el monolito más grande del mundo
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Cuando comenzaba en este mundo de la fotografía, fui a un evento de Canon en Querétaro, una serie de conferencias por fotógrafos de renombre que estuvieron muy interesantes. Aprovechando el viaje, vi las opciones que había en Querétaro para turistas y encontré en internet que había la opción de escalar la Peña de de Bernal, el monolito más grande del mundo.
Yo no soy escaladora profesional, es más, nunca había escalado ni en los juegos del parque. Sin embargo, el anuncio decía que era una actividad que se podía hacer sin experiencia previa, así que contacté a la empresa y compré la experiencia para hacer la dichosa escalada. La verdad, no sabía en lo que me estaba metiendo.
Los instructores de escalada llegaron por mí a las 6 de la mañana para llegar temprano a Bernal, que está a unos 50 minutos del centro de Querétaro. Llegando, desayunamos en el pueblito en un restaurante típico del lugar y después de disfrutar un rico café de olla nos encaminamos hacia nuestro destino, la imponente peña.
Como dije al principio, apenas comenzaba en esto de la fotografía. Mi cámara era una pequeña Canon T3 y un lente 18-55mm, la gama más baja de las cámaras Canon y era casi nueva. Quizá unos meses atrás la había comprado, de hecho, era mi primer viaje con cámara en mano. Recuerdo que fue un día entre semana así que no había muchos turistas, solo íbamos la instructora experta en escalada en roca, otro guía y un chico que estaba aprendiendo a hacer los nudos de las cuerdas y todo lo que implica la guía para dar un buen servicio.
Comenzamos la caminata hacia arriba, aproximadamente 30 minutos caminando entre piedras y vegetación que hay en la parte baja de la peña hasta que llegamos a una meseta que hay antes de empezar el ascenso vertical por una “vía ferrata”. Esta es una zona con “grapas” que están ancladas a la roca maciza para poder ir subiendo como si fuera una escalera marina.
Antes de comenzar a subir, me colocaron un arnés y entre la guía y el otro instructor prepararon las cuerdas que nos sostendrían a lo largo del ascenso. Ahí fue cuando tomé mi cámara y comencé a documentar todo lo que estaban haciendo. En ese momento no sabía que años después mi fuerte sería la foto de deporte, en aquel momento solo me dediqué a disparar sin pensar nada más que guardar aquellos momentos.
De pronto me dice la guía: “Voy a subir hasta este nivel y tú me sigues”. Al verla escalar tan rápido y sencillo me dije: “Ok, esto no será muy difícil”, ¡qué equivocada estaba! Desde el primer obstáculo que tenía que librar para alcanzar la primera grapa fue una adrenalina total. Ese primer paso que tenía que subir era una roca enorme la cual no tenía las dichosas grapas, tenía que subirla como pudiera. Después de unos minutos (muchos más que la guía), logré llegar a las primeras grapas y comenzar a subir.
Al principio no me dio tanto miedo la altura. De hecho, sí es un buen consejo no mirar hacia abajo; logré subir un buen tramo y con buen ritmo. Las grapas están colocadas a buena distancia para que cualquier persona pueda alcanzarlas. Sí es mucho esfuerzo físico, sí hay que tener cierta condición física y principalmente olvidar un poco el miedo a las alturas. Al fin, la cuerda de seguridad que llevas te sirve para pensar que no te pasará nada.
Seguía subiendo pero como buena fotógrafa iba tomando fotos mientras subía, lo cual fue un relajo. Cada que subía, pasaba la cámara hacia la espalda colgada en el cuello para poder tener las manos libres y le di dos o tres golpes contra la roca, así que en ese viaje terminó no tan nueva como empezó.
La adrenalina seguía subiendo y recuerdo mucho un momento en que me paralicé: a medio camino había una parte donde tenía que soltarme un poco de una mano para poder alcanzar la siguiente grapa y recuerdo que me quedé aferrada a la roca un par de minutos sin avanzar. El miedo, la adrenalina, la cámara ahorcándome en el cuello, todo al mismo tiempo, pero logré reaccionar por el ánimo de la guía que en todo momento me alentaba a seguir y me decía dónde colocar las piernas y las manos.
Unos minutos después, llegamos a la cumbre y la emoción es indescriptible. Atrás de mí subió el chico practicante y los tres festejamos en la cumbre con el tradicional traguito de vino en una bota de cuero, descansamos un poco y por supuesto que no paraba de tomar fotos del paisaje y de todo lo que alcanzaba ver. Después de unos minutos en la cumbre, me dieron indicaciones de cómo controlar las cuerdas para hacer el descenso en rappel, algo que en alguna ocasión ya había hecho pero no desde tan alto.
Esta vez sí me recomendaron guardar la cámara para poder tomar la cuerda con ambas manos y no sufrir un accidente. Así que mi camarita se fue a mi mochila e inicié el descenso muy cuidadosamente. Finalmente, llegué a tierra firme y después bajamos caminando hasta dejar el camino de la peña.
Ahí terminó mi aventura escalando la Peña de Bernal con mi cámara en mano. Aunque en aquel entonces aún no sabía muy bien qué fotos tomar, qué ángulos son los correctos, qué fotos son las que no deben faltar, etc., fue una gran experiencia para mí, la adrenalina de superar cada obstáculo y el momento de congelarme a media peña son cosas que jamás olvidaré.
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