No le dediqué más reparo a este sueño y hubiera pasado completamente desapercibido de no ser que un par de días después recibí una invitación por parte de mi padre para aprender a bucear, actividad que él mismo debía aprender por razones de trabajo (tenía que hacer una filmación submarina); aun así esto por si no me hubiera hecho recordar por los años el sueño, de no ser que la sensación de respirar con un regulador de buceo es la misma que sentí en el sueño. Curioso.
Desde infante había tenido la intención de aprender a bucear, en específico quería bucear en cavernas, esto tal vez influenciado por el videojuego Super Mario 64 o por la historia que me contó mi madre de cómo es que unos buzos encontraron la Mujer de las Palmas en una caverna sumergida, o sea un cenote, expedición en la que ella apoyó montando un laboratorio húmedo.
Las primeras clases que recibimos fueron en una alberca de la marina donde estaba mi instructor, nos preparo para hacer un buceo muy sencillo en un conjunto de corales que se encuentran entre Cancún e Isla Mujeres que le llaman Manchones. Un mundo completamente extraño a mi cotidianidad. Un mundo onírico donde volar es la regla y en el que parece que todo ocurre lentamente, como si se congelara el tiempo.
Impresionado por la experiencia decidí tomar la certificación Open Water Diver de PADI, me compré mi librito y empecé con el programa que consistía en tres salidas y unas clases en la alberca. Presenté mi examen y obtuve la certificación. Con aquello fui a conocer todas las zonas de buceo marino que había por Cancún.
Los corales siempre son hermosos, pero si había algo que especialmente me gustaba en esta primera etapa era ir a los naufragios, cápsulas del tiempo ajenas a su ambiente que de alguna forma la naturaleza ha logrado reclamar para sí. Exuberantes en cuanto a vida marina, pero desde una perspectiva humana son fantasmas en el mar, imágenes de lo que fue y ya no será.
Después unos años visitando varios arrecifes y naufragios fui a conocer unos cenotes con un amigo biólogo sin ningún fin de bucear, en uno llamado “El Edén” me encontré con un buzo guía que estaba preparando equipo para bucear caverna; le pedí sus datos de contacto y eché a volar mi imaginación. Lo contacté, nos pusimos de acuerdo y me llevó a conocer tres cenotes.
El primero de ellos fue el Cenote Pit, cerca de Tulum, que desciende 40 metros y que tiene un haloclina, un fenómeno que ocurre cuando salinidad del agua cambia drásticamente con la profundidad (como un lago en el agua), del cual emana el tronco de un árbol, dando una sensación espectral a la inmersión completa. Después fuimos al Cenote Dos Ojos, que cuenta con una población de camarones adaptados a la penumbra y es un largo recorrido transversal, saliendo en diferentes burbujas de aire y cavernas concatenadas. El último que fuimos fue al Edén, donde había iniciado todo.
Fue con esto que decidí certificarme como Advance Open Water, continué conociendo cenotes y manglares. Actividad que hasta la fecha disfruto mucho realizar, si de por sí bucear es una experiencia fabulosa, bucear en caverna es una experiencia fuera de este mundo, donde parece que el tiempo no solo se ha ralentizado, sino que este ha congelado lo que te rodea. Millones de años de historia, vistas extraterrestres y un sentido de alerta motivado por el peligro que involucra la actividad hace de esto todo un sueño.
Por último, si alguna vez han soñado con bucear les recomiendo lo practiquen, si creen que es divertido pues es mucho mejor, pero hay que decirlo, es una actividad que nunca se debería practicar en solitario, requiere de muchos precauciones pues muchas cosas pueden salir hasta en el más sencillo de los buceos (ver este video con consejos). Siempre debes recibir capacitación adecuada para cada cuestión específica de esta maravillosa actividad; Journey nos ayudará a conocer más personas con las que podamos iniciar actividades como esta o expandir nuestro conocimiento en ellas, lo importante es no limitarse. Les dejo un abrazo. Cambio y fuera.