La historia de los juegos olímpicos, la justa deportiva más importante a nivel mundial, está plagada de mitos, hazañas, sueños, atletas extraordinarios, historias de éxito, anécdotas conmovedoras, amistades entrañables, demostraciones de poder o de solidaridad, incluso, un acto terrorista.
Su crónica puede ser abordada desde diferentes perspectivas: social; política; emocional; deportiva, desde luego. Podríamos contar acerca de las sedes, de la arquitectura de los escenarios, de la evolución de los aditamentos deportivos, de las edades de los competidores, de las reglas o la forma de medir los resultados, de las ceremonias de inauguración y de clausura, el encendido del pebetero. Es un evento que se celebra cada cuatro años, pero lo que sucede durante el lapso de quince días, definitivamente trasciende más allá del tiempo y el espacio.
Si cerramos los ojos, seguramente, podremos recrear en la mente el momento en que Filìpides cae muerto, con la palabra vikn (victoria en griego antiguo) en sus labios, después de recorrer alrededor de 37 km, entre Maratón y Atenas, motivando el mito que da origen a la prueba olímpica que lleva el nombre de la ciudad; o trasladarnos a Londres, para ver a la reina saludar a los competidores, al cruzar la meta, desde el palco presidencial del estadio.
Aunque en Doc`s deportes, queremos plantear el tema desde distintas ópticas, en este artículo quiero invitarlos a hacer gala de su imaginación para hacer una remembranza de la evolución de la vestimenta en el olimpismo, no sólo durante las competencias, sino desde el momento mismo de la inauguración, ese intervalo en que los representantes de cada nación desfilan alrededor de la pista olímpica, luciendo trajes tradicionales de su región, los más elegantes atuendos dictados por la moda de la época o presumiendo con orgullo la ropa deportiva con la que se presentarán a la contienda.
Situémonos pues, en la antigua Grecia, en el año 776 a. C., época en que se iniciaron los juegos olímpicos de la era antigua, en aquél tiempo, la contienda estaba reservada exclusivamente a los hombres libres de Grecia; las mujeres no podían participar ni siquiera. Los participantes competían totalmente desnudos.
Los juegos continuaron con pocos cambios, en ese sentido, hasta el año 393 d. C., después de eso, hubo un largo receso que finalizó en 1896, cuando, promovidos por el barón Pierre de Coubertin, dieron inicio los juegos olímpicos de la era moderna, en Atenas. La ropa de los competidores, era acorde con las tendencias en moda y materiales de la época, predominaban las fibras naturales como el algodón, y en contraposición a sus inicios, cubrían gran parte del cuerpo; en atletismo, los hombres utilizaban pantaloncillos que llegaban a la altura de la rodilla, las playeras teñían mangas que cubrían sus hombros, el calzado deportivo (comúnmente llamado plimsolls), empleado en prácticamente todas las disciplinas deportivas, era de lona, los únicos deportistas que contaban con calzado especializado eran los futbolistas, quienes usaban unas botas de cuero, nada cómodas por cierto.
Los trajes de baño, contra toda lógica, también eran elaborados con materiales de fibras naturales y sus diseños bastante sencillos.
En 1900, durante los juegos olímpicos de París, se incorporaron las competencias femeninas y con ello la moda empezó a cambiar, al principio, los diseños y materiales no sufrieron grandes modificaciones, para los años 60 las nadadoras lucieron trajes de baño con diseños más vistosos y materiales resistentes al agua.
Los atletas emplearon ropa más corta y confortable, las mangas desaparecieron y los pantaloncillos subieron a la altura de los muslos, el calzado se especializó para cumplir con las necesidades de cada disciplina, contribuyendo a lograr mejores marcas, algunas permanecieron como récords durante 50 años.
En la actualidad se utilizan uniformes con tecnología dry fit (entre otras), que permiten alejar la humedad y el sudor del cuerpo; el diseño, el tamaño y la forma responden a estudios ergonómicos realizados por las marcas de ropa deportiva.
Los desfiles de naciones son una verdadera pasarela de moda que va de lo tradicional a lo elegante, dependiendo de lo que cada país pretenda mostrar al mundo.
La vestimenta, en esta aventura deportiva, no es sólo un accesorio, es un elemento importante que contribuye al logro del ideal olímpico: “citius, altius, fortius”.